El hablar de sexualidad no es cosa fácil ya que está conformada por una gran cantidad de factores físicos, biológicos y psicológicos, entre ellos las expresiones y las preferencias sexuales como los homosexuales que su inclinación es hacia personas de su mismo sexo y los bisexuales donde su inclinación suele darse a ambos sexos.
Dentro de las expresiones sexuales más comunes esta el voyeurismo que es la práctica de obtener placer sexual viendo los cuerpos de otros individuos o a parejas que están en medio de una relación sexual, la necrofilia que consiste en tener sexo con cadáveres, la zoofilia que es tener sexo con animales, el fetichismo, el frotismo, exhibicionismo, etc.
La cultura modula la representación social que un pueblo tiene sobre el sexo y la sexualidad. Estas percepciones sociales generan estereotipos en torno al sexo real e irreal que, algunos de ellos, pueden generar problemas. La solución a estas dificultades puede encontrarse en la ética.
La sexualidad trata de una complicada mezcla de estructuras fisiológicas, conductas, experiencias, sentimientos, interpretaciones, formas sociales, juegos de poder, etc.; es decir, sexualidad = sexo + cultura.
La ética es el conjunto de las mejores soluciones que la inteligencia ha inventado para resolver los problemas que afectan a la felicidad personal y a la dignidad de la convivencia.
Existe una gran diversidad de problemas relacionados con la sexualidad, sin embargo hay tres principales que son: la procreación, la fuerza del impulso y las expectativas.
La educación ética, por lo tanto, pretende ponernos en buenas condiciones para cumplir dos funciones: ser felices y llevar una convivencia digna, para poder lograr esto se estructuran 3 niveles: la educación afectiva, la formación de los sistemas psicológicos de comportamiento autónomo y la educación ética.
Abordar la sexualidad juvenil desde un punto de vista ético, no implica desautorizar viejos discursos, ni proponer uno nuevo o absoluto. Se trata, más bien, de abrir espacios de diálogo y discusión plural que otorguen la posibilidad de examinar las carencias y contradicciones entre los distintos discursos y prácticas de la sexualidad.
La sexualidad debe ser integrada como un aspecto más del ser humano, que requiere de información para su desarrollo, manejo y ejercicio: Informar y educar en un contexto de salud sexual lleva implícita la necesidad de entregar conocimientos y habilidades cognitivas que permitan ejercerla en un contexto de autocuidado, de respeto y de responsabilidad.